Los antidepresivos tricíclicos, o TCA, fueron los primeros en tratar la depresión y siguen vigentes por su eficacia en ciertos casos. Su nombre viene de la forma de tres anillos en la molécula, lo que les da una estructura única y, a la vez, un perfil de efectos secundarios que hay que conocer.
Los TCA más habituales son amitriptilina (Elavil), nortriptilina, imipramina, clomipramina y desipramina. Cada uno tiene una potencia distinta y se elige según la sintomatología del paciente: depresión mayor, dolor neuropático, trastorno de ansiedad o incluso migraña.
Actúan bloqueando la recaptación de serotonina y noradrenalina en el cerebro, aumentando la disponibilidad de estos neurotransmisores. Esa doble acción suele producir una mejoría del ánimo y del sueño, pero también explica por qué pueden generar sequedad bucal, visión borrosa o estreñimiento.
Al iniciar el tratamiento, la dosis se empieza muy baja (por ejemplo, 10‑25 mg de amitriptilina al día) y se aumenta gradualmente según la respuesta y la tolerancia. La titulación lenta ayuda a minimizar los efectos adversos y a identificar la dosis mínima eficaz.
Los TCA pueden provocar somnolencia, aumento de peso, hipotensión ortostática y problemas cardíacos, sobre todo en dosis altas. Por eso, antes de recetar, el médico suele hacer un electrocardiograma y revisar antecedentes de enfermedades del corazón.
Otro punto crítico es la interacción con otros fármacos: combinar TCA con inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO) o con ciertos analgésicos puede desencadenar una crisis hipertensiva. Siempre informa a tu farmacéutico de los medicamentos que estás tomando.
Si olvidas una dosis, toma la que falta tan pronto como lo recuerdes, siempre que no falte mucho tiempo para la siguiente. Nunca dupliques la dosis para “ponerte al día”.
En caso de sobredosis, los síntomas pueden incluir latidos irregulares, convulsiones y coma. Busca ayuda médica de inmediato; los antidepresivos tricíclicos son tóxicos en exceso.
Para pacientes mayores, se recomienda iniciar con dosis más bajas y monitorizar la presión arterial y el ritmo cardíaco. La sensibilidad a los efectos anticolinérgicos (sequedad, confusión) es mayor en esa población.
En la práctica clínica, los TCA siguen siendo la primera opción cuando los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) no funcionan o cuando el dolor crónico es un factor importante. La amitriptilina, por ejemplo, es frecuentemente utilizada para el dolor neuropático y para prevenir migrañas.
Recuerda que cada persona responde de forma diferente. Si notas efectos que te resultan insoportables, habla con tu médico; a veces basta con ajustar la hora de la toma (por la noche) o cambiar a otro TCA con menos efectos anticolinérgicos.
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